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El miedo se instala entre campesinos de EEUU por amenazas de Trump a migrantes
Con la temporada de cultivo a la vuelta de la esquina, el miedo echa raíces en los campos de California, mayor productor agrícola de Estados Unidos y en donde miles de migrantes trabajan de sol a sol para alimentar a un país que amenaza con deportarlos.
"Tenemos que estar escondidos", dice Lourdes Cárdenas, mexicana de 62 años radicada en Fresno, California (oeste).
Con la llegada al poder del magnate republicano Donald Trump y su promesa de deportar a millones de inmigrantes, sostiene que los campesinos sienten "depresión, tristeza, ansiedad" por temor a ser deportados y separados de sus familias.
"Estás inseguro de si te topas con inmigración o no. En ninguna parte podemos estar libres, ni en las escuelas, ni en las iglesias, ni en los supermercados. No podemos ni mal dormir", prosigue Cárdenas, con 22 años en Estados Unidos.
Estamos "como si fuéramos unos criminales", resalta.
Cárdenas es una entre más de 2 millones de trabajadores de las plantaciones en Estados Unidos.
La mayoría nació fuera de Estados Unidos, habla español y llegó hace más de 15 años. Aún así, un 42% no tiene documentos para trabajar en el país, de acuerdo con el sondeo agrícola del Departamento del Trabajo.
Unas inesperadas redadas de los oficiales de inmigración en enero en Bakersfield, región agrícola a unos 400 kilómetros de la frontera sur con México, sirvieron de recordatorio sobre el clima anti-inmigración que atraviesa el país, y que favoreció el regreso de Trump a la Casa Blanca.
"No le tuvimos miedo a la pandemia", asegura Cárdenas, quien no paró de trabajar durante los peores meses del covid-19.
"Pero ahorita esto se nos hace peor", añade.
- "Trágica ironía" -
Los trabajadores del campo no pueden darse el lujo de parar porque hay cuentas que pagar. "Por necesidad", señala Cárdenas.
Por eso, para la Unión de Campesinos, el mayor sindicato del rubro en el país, las amenazas de deportaciones masivas no se traducirán en más empleo para los estadounidenses, sino en la precarización de un sector ya dedicado a una dura labor manual, bajo extenuantes condiciones.
"Es una trágica ironía", asegura Antonio de Loera, portavoz del sindicato.
Para De Loera, el clima de miedo sembrado por la narrativa nacionalista silencia al trabajador migrante, que por miedo a ser deportado acepta más trabajo por menos dinero, y en peores condiciones.
"Es el punto perfecto (para los capataces): tienen sus trabajadores, pero los trabajadores están tan asustados que no se organizan, no piden mejores salarios ni reportan violaciones laborales o condiciones peligrosas", admite.
El activista defiende una solución simple: legalizar a los migrantes que han pasado años e incluso décadas en los cultivos.
"Una vez que sean ciudadanos estadounidenses, entonces todos competiremos en igualdad de condiciones", con los mismos "derechos y responsabilidades de la ciudadanía".
- "Indispensables" -
Estas tensiones favorecen la expansión de los procesos automatizados en el campo, afirman voces del sector.
"La comunidad agrícola depende mucho de la mano de obra migrante. Y si ellos no están disponibles para trabajar, nosotros necesitamos venir con soluciones", explica Loren Vandergiessen, especialista de productos de OXBO.
La empresa presentó el mes pasado en la World Ag Expo, la mayor exposición agrícola de Estados Unidos, una cosechadora de arándanos que reduce entre 50% y 70% la mano de obra requerida.
"Se está volviendo cada vez más difícil encontrar gente capaz de ejecutar este trabajo" y los costos de la mano de obra son un desafío, recalca dijo Cory Venable, director de ventas y publicidad de OXBO.
Gary Thompson, director de operaciones de Global Unmanned Spray System, exhibió en el evento un nuevo modelo de carro rociador.
Una única persona puede operar ocho de estos carros que funcionan con sensores, un trabajo que exigiría una flota de entre 10 y 12 tractores, con sus choferes.
"La industria del campo está realmente mirando a la autonomía no como algo a futuro, sino como algo que está ocurriendo ahora", comenta Thompson.
Para Lourdes Cárdenas, que ha pasado más de dos décadas recogiendo uvas, duraznos y ciruelas, las máquinas pueden agilizar algunos procesos en los cultivos, pero no pueden reemplazar el toque de las manos necesario para cosechar frutas.
"Una máquina las va a destrozar, y nosotros no", expresa Cárdenas, que en su sala mantiene una foto del mítico líder sindical César Chávez.
Los campesinos "somos indispensables en este campo".
G.Abbenevoli--RTC